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Domingo 16 de julio de 2000
 VISIONES/REVISIONES

Debates
sobre el origen de San Martín
La
posibilidad de que el Libertador no sea hijo de Juan de San Martín y
Gregoria Matorras sino de Diego de Alvear y una india guaraní -lo que
surge de viejos documentos de la familia Alvear- desató la polémica.
HUGO
CHUMBITA. Historiador

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El general Don José de San Martín | |
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Muchos aspectos del origen de José de San Martín han
sido un enigma. Su fe de bautismo nunca fue encontrada; la fecha de
nacimiento, los estudios en España también estuvieron rodeados de
ambigüedad. Un libro de memorias escrito en el siglo XIX por María
Joaquina de Alvear y Sáenz de Quintanilla confirma rumores que recorren
dos siglos de historia argentina: San Martín fue hijo del español Diego de
Alvear y de una india guaraní, de quien la tradición afirma que se llamaba
Rosa Guarú.
Doña María Joaquina de Alvear y Sáenz de Quintanilla
(1823-1889), hija de Carlos de Alvear, escribió sus memorias en Rosario de
Santa Fe. Es una colección de anotaciones, cartas y recortes periodísticos
pegados cuidadosamente en las páginas encuadernadas de un libro de
comercio. El propósito de la mujer era transmitir a sus descendientes las
semblanzas de los integrantes de la familia. Así, en una "cronología de
mis antepasados", consigna la filiación de José de San Martín como hijo de
don Diego de Alvear, "habido de una indígena correntina". Más adelante
Joaquina reitera el parentesco, al evocar la única oportunidad en que
visitó a su tío, en Europa: "Y examinándolo bien encontré todo todo grande
en él grande su cabeza grande su nariz grande su figura y todo me parecía
tan grande en él cual hera grande el nombre que dejava escrito en una
página de oro en el libro de nuestra historia y ya no vi más en él que una
gloria que se desvanecía para no morir jamás. Este fue el general José de
San Martín natural de Corrientes, su cuna fue el pueblo de Misiones e hijo
natural del capitán de Fragata y General español Señor Don Diego de Alvear
Ponce de León (mi abuelo)". Los recuerdos son del 23 de enero de 1877.
Mestizo y plebeyo
En 1812, San
Martín fue recibido con desconfianza por la sociedad porteña. A diferencia
del galante y mundano Carlos de Alvear, no tenía fortuna ni alcurnia. Era
moreno, el pelo lacio y renegrido. Corrían rumores sobre su condición de
mestizo y la madre de Remedios de Escalada se opuso a que casaran a su
hija con ese oscuro plebeyo. Recién llegado, San Martín pidió que le
mandaran a Buenos Aires 300 mozos gua raníes de las Misiones para formar
su plantel de Granaderos. La Logia Lautaro, que fundó junto a Carlos de
Alvear, se movió en las sombras, enfrentando al grupo rivadaviano. Pero
luego Alvear se entendió con Rivadavia y, en pugna con el artiguismo,
llegó a solicitar la protección británica. La Logia entró en crisis: San
Martín insistía en liberar el continente, más allá de los intereses del
círculo de hacendados y comerciantes.
En 1816, en un famoso
parlamento con los caciques pehuenches, San Martín expuso el plan de
cruzar la cordillera para terminar con los godos "que les han robado a
ustedes la tierra de sus antepasados", les solicitó ayuda y permiso para
pasar por sus dominios y declaró: "Yo también soy indio". Luego rehusó
defender al gobierno porteño de la insurrección federal y marchó al frente
de su Ejército rebelde hacia el Perú, con el respaldo chileno. En las
vísperas, envió a los indígenas peruanos un manifiesto en quichua. Fue
recibido en Lima como si fuera el hijo del Sol, anunciado por las antiguas
profecías de redención. Soñó con coronarse como un nuevo inca, pero se
quedó sin fuerzas y dejó su lugar a Bolívar. No quiso intervenir en la
guerra de unitarios y federales y se radicó en Europa. En 1828 intentó
volver al Río de la Plata, pero lo disuadieron las renovadas furias
partidistas.
Juan Bautista Alberdi, que lo entrevistó en París en
1843, trazó de él un retrato notable: "Yo lo creía un indio, como tantas
veces me lo habían pintado; y no es más que un hombre de color moreno...".
Además, "no obstante su larga residencia en España, su acento es el mismo
de nuestros hombres de América". Después, San Martín legó su sable a Rosas
como gesto de apoyo a la resistencia al bloqueo anglofrancés, algo que no
le perdonaría el partido de los liberales emigrados.
Durante el
siglo XX una caudalosa bibliografía enfocó las vinculaciones de San Martín
con la política británica y francesa y con la masonería, planteando la
cuestión de sus motivaciones. Si fue tan corta su vivencia de América, si
tenía de ella una borrosa imagen, si había servido dos décadas al rey, es
difícil creer en su patriotismo como pasión determinante. Resulta
verosímil la hipótesis de que inicialmente fuera un mercenario o un agente
masón de los proyectos británicos o franceses. Hoy es posible otra
explicación: que era un mestizo y sufría en carne propia la injusticia del
sistema colonial. Partiendo de esa versión y de los indicios expuestos en
mi libro Jinetes rebeldes, obtuve la confirmación a través de
testimonios concordantes de tres ramas de descendientes de Carlos de
Alvear: los Christophersen, los Santamarina y los Verger. Los mismos datos
son corroborados por las memorias manuscritas de Joaquina, que obran en
poder de Diego Herrera Vegas.
"Esto no se puede decir", le advirtió
Pedro Christophersen III a su hija Magdalena cuando le contó el secreto
preservado durante generaciones. La abuela de Pedro III era doña Carmen de
Alvear, nieta de Carlos y prima hermana del presidente de la república
Marcelo de Alvear. Magdalena conserva un añoso ejemplar de un libro de
Sabina de Alvear y Ward, que le sirvió para completar aquel relato.
Los hijos de don Diego de
Alvear
El futuro brigadier de la armada española don
Diego de Alvear y Ponce de León (1749-1830), nacido en Montilla (Córdoba),
con ascendientes nobles en Burgos, arribó al Río de la Plata en 1774. Tomó
parte en acciones contra los portugueses y luego contra los ingleses. En
1778 dirigió una división encargada de ejecutar el tratado de límites
sobre los ríos Paraná y Uruguay. Entonces, en algún lugar de las misiones
jesuíticas, el marino se relacionó con una joven guaraní, que engendró un
niño. Alvear lo encomendó al teniente gobernador de la reducción de
Yapeyú, el capitán Juan de San Martín, y a su esposa Gregoria Matorras, de
40 años, que ya tenía cuatro hijos. Ellos se avinieron a criarlo como
propio y el niño fue José Francisco de San Martín.
En 1780, Juan de
San Martín tuvo que irse de Yapeyú tras un conflicto con los guaraníes.
Tres años después todos viajaron a España y la familia Alvear cuenta que
Diego de Alvear se mantuvo en contacto con ellos y costeó los gastos para
que Francisco José siguiera la carrera militar.
En 1781, Diego de
Alvear se casó con María Josefa Balbastro. Se radicaron en las Misiones y
tuvieron nueve hijos, uno de ellos Carlos, nacido en 1789. En 1804, la
familia embarcó hacia España. Pero antes de llegar, en un combate con
navíos ingleses murieron la esposa, siete hijos, un sobrino y cinco
esclavos. Don Diego perdió la mayoría de sus bienes. Prisioneros, Alvear y
su hijo Carlos fueron llevados a Londres. Allí, Carlos pudo estudiar y a
Diego lo indemnizaron. Además, se casó con una joven inglesa, Luisa Ward,
con quien tuvo más hijos.
En 1806 regresaron a España, don Diego
ocupó nuevos destinos militares y, según los Alvear, ayudó y mantuvo un
trato afectuoso con su hijo José Francisco. Carlos supo que aquél era su
medio hermano y fueron grandes camaradas. Al producirse la Revolución de
Mayo, concibieron juntos el regreso, aprovechando las importantes
relaciones de su padre en Londres y en Buenos Aires.
San Martín y
quienes conocían su filiación guardaron siempre reserva. Para ingresar a
la milicia en España fue necesario acreditar que era hijo legítimo y todos
quedaron obligados a mantener esa ficción. En cierto sentido, él vino a
América a buscar a su madre. Habló muy poco de sí mismo, y cuando lo hizo
omitió referirse a su origen.
Hoy tenemos derecho a saber quién era
José de San Martín. La privacidad de los hombres públicos no puede ser una
valla cuando se trata de esclarecer hechos históricos. Reconstruir la
verdad y reinterpretar el pasado no es curiosidad: la condición de
mestizo, la impostura en la que se vio obligado a vivir, la relación con
su padre biológico fueron componentes decisivos de la personalidad y el
rol que desempeñó.
Esta historia tiene un profundo significado. Don
Diego de Alvear tomó a una mujer guaraní, tal vez por amor, en una
relación típica de la conquista: los cruces interétnicos estaban
prohibidos por la legalidad colonial. En el marco de esa dualidad, don
Diego violó la ley y ocultó su falta. Se hizo cargo del niño y le buscó un
hogar, lo cual, en aquel injusto dilema, era una salida. Implicaba una
falsedad que privó al hijo de su madre y su identidad: acaso uno de los
males más extendidos de la historia americana.
José de San Martín
padeció su "destino americano": no saber quién era, el extrañamiento, la
ausencia materna, la conciencia de ser hijo de la violencia de los
dominadores sobre los pueblos nativos. Se alzó desafiando al mundo de su
padre. Transformó su humillación en rebeldía política. La persona, la
memoria y la significación de San Martín no son patrimonio de una familia,
ni siquiera de un país. Es una figura americana y universal. Es hora de
saber quién fue.
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