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ANDAR SIN PENSAMIENTO (Fragmento) (…) John se aleja haciéndose el distraído. Por entre las tumbas viene una morocha de unos treinta años: una mujer criolla, pelo renegrido y grueso como el de una yegua. Alta, intensa: pedigreé bien latino. Atilio, con el libro entre las manos, mira de reojo a la mujer que busca una tumba. Ella limpia la lápida y acomoda las flores de plástico. Va de polleras. Al agacharse, sus piernas quedan al descubierto. Es verano. Los ojos de Atilio se escapan hacia la profundidad de ese cuerpo. Ella se persigna. Sus pechos, se presienten henchidos de emoción. Es el momento. El gavilán con voz pausada y galante lee. Atilio: Puedo escribir los versos más tristes esta noche pensar que no la tengo, sentir que la he perdido4 La mujer lo mira. Atilio: ¿Molesto? Mujer: Está bien. Si lo necesita... Atilio: (Hojea y sigue leyendo) Un sauce de cristal, un chopo de agua un alto surtidor que el viento arquea, un árbol bien plantado más danzante, un caminar del río que se curva... 5 Es una forma de consuelo. Hoy sería nuestro aniversario. ¡Qué dura es la ausencia! ¿No es cierto? Mujer: Muy dura. Atilio: Pintada, no vacía: pintada está mi casa del color de las grandes pasiones y desgracias.6 Pausa. Atilio: No creo que pueda recuperarme alguna vez. ¿Algún pariente? Mujer: Sí. Atilio: ¿Muy cercano? Mujer: Sí. Atilio: ¿Padre, madre? Mujer: No, mi marido. Atilio: Le acompaño el sentimiento. Mujer: Gracias. Atilio: ¿Y hace mucho que se le fue? Mujer: Sí. Pero no me acostumbro. Atilio: ¿Vio? Es tan intenso el recuerdo y tan lejana la ausencia. Mujer: ¿Y Ud.? Atilio: En carne viva. Hace seis meses que la perdí. Mujer: ¿Su mamá? Atilio: Mi legítima esposa, la compañera de toda una vida. Y yo morí con ella. Mujer: No hable así. Hay que continuar viviendo. Atilio: ¿Pero cómo? ( La mira detenidamente) No sé...pero la encuentro conocida. Disculpe, no quise interrumpir su dolor, cargándola con el mío. Atienda. La mujer vuelve sobre la tumba y llora en silencio con un enorme pudor. Parece que rezara. Atilio la mira con una súbita curiosidad. Atilio: ¿Le molesto si sigo leyendo? Mujer: No. A lo mejor es un consuelo para los dos. Atilio: Si te postran diez veces, te levantas otras diez, otras cien, otras quinientas no han de ser tus caídas tan violentas ni tampoco, por ley, han de ser tantas. (otea a la mujer) Con el hambre genial con que las plantas asimilan el humus avarientas...7 Mujer: Almafuerte. Atilio: ¿Lo conoce? Mujer: Sí, a mi esposo le gustaba. Atilio: ¡Qué casualidad! Nos podemos consolar juntos. (Busca otra página) A ver que le parece esta. Peste amoroso tormento que en mi corazón se ve sé que lo siento y no sé la causa porque lo siento.8 (se interrumpe) Mujer: ¿Y? Atilio: Estoy perturbado, ¿sabe? Ud. me parece conocida. Mujer: Tengo un rostro común. Atilio: No diga eso. Siento...que le he visto en alguna parte. Tiene un parecido a una... pariente mía que vive en Méjico. La mujer se estremece y se frota los brazos desnudos. Atilio: Se levantó fresco. Atilio se quita el saco y lo pone en los hombros de la mujer. Mujer: No se moleste. Atilio: Por favor, me lo devuelve después. Es la tristeza que a uno lo hiela por dentro. Al caer la noche es peor. Mujer: Insoportable. Me hielo en la cama. Atilio: La cama del viudo es un desierto de dolor. Mujer: Yo me pongo medias, un ponchito... Atilio: ¿Un ponchito? Mujer: Sí. ¿Por qué? Atilio: ¿No nos hemos visto antes? O tal vez... Mujer: ¿Por qué sonríe? Atilio: O tal vez, este encuentro no es casual... ¿No lo toma a mal si le digo algo? Mujer: Según... Atilio: Está bien, déjelo así. Mujer: Ahora hable. Atilio: ¿Qué le parece si a la salida tomamos algo juntos? Mujer: ¡Sos un hijo de puta, Atilio! Atilio queda paralizado, con la boca abierta. Mujer: ¡Un reverendo hijo de puta, como fuiste toda la vida! Atilio retrocede empujado por el pánico y la sorpresa. Atilio: ¿Có...cómo sabe que me llamo Atilio? Mujer: No te hagás el estúpido. (…) |
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