Sobre "LAS HIENAS"


Enrique Medina refirma en los cuentos de Las Hienas su excepcional capacidad de narrador, su aptitud poco común para crear interés, aún cuando los temas parezcan carecer de carnadura cuentística. Sus relatos se enmarcan dentro de las condiciones esenciales del género: brevedad, unidad, intensidad y efecto final. Ha nacido con eso y él lo sabe.

Medina es como un amigo, solo y desalentado, que uno encuentra por la calle y que para no quedarse sin compañía inventa historias subyugantes con el propósito de retenernos. Cuando observa que el oyente está por irse, lo toma del brazo, camina junto a él y fabrica otro cuento con la misma fanática precisión, el mismo despojo de acciones laterales, idéntica economía de recursos. Porque, evidentemente, Medina no desea estar solo. Y quiere que lo quieran, descargando su intimidad a través de dolorosas ficciones. (¿Ficciones?). Y uno se conduele y sigue con él un tiempo más atrapado por su magia, enriqueciéndose con sus historias en las que el miedo, la soledad, la muerte, son personajes inevitables. Cuando llega la separación, cuando termina la lectura, se siente la necesidad de preguntarse si esa tremenda facilidad no llegará a convertirse más adelante en el peor enemigo de Medina. Sus cuentos son cuento puro. Narración sin deslices. Emoción comprimida. Relato esencial donde nada sobra. Escritos en un lenguaje, directo y franco, que se adapta apropiadamente a los temas.

Oscar Corbacho, LA PRENSA, Buenos Aires, 20 de Diciembre de 1975


El relato más importante es sin duda, el que da título al libro. Se trata de un largo monólogo interior de un supuesto asesino a sueldo de los organismos represivos oficiales –un parapolicial, como suele decirse- que limpia frenéticamente su nuevo departamento mientras rememora sus fúnebres actividades. Aquí resultan extremadamente obvios la asociación entre la manía higienizante (el carácter anal) y el sentido de culpabilidad del homicida, además del inevitable final catártico en que el siniestro funcionario es ejecutado. Sin embargo, y a pesar de que pueda decirse que a veces resultan más impresionantes las diez líneas de un cable periodístico que las cuarenta páginas de un cuento, la pujanza y la firmeza del tono hacen que el texto merezca ser rescatado y recomendado, en definitiva, como lo mejor de este nuevo libro de Enrique Medina.

Luis Gregorich, LA OPINIÓN, Buenos Aires, 19-XII-1975


Los cuentos de Las Hienas están expresados a través de esos residuos que constituían el bricolage de Lévi-Strauss. Pero aquí no hay mistificación. Todo es preciso y fatal. Todo es específico. El inconsciente como conciencia. O bien, el inconsciente como alimento de una serie polisémica, según podríamos inferir de Mythologies de Roland Barthes. Su lenguaje es automático, de pura liberación de la profundidad, el código secreto en el que las significaciones rompen la estructura del pasado. Enrique Medina trabajó con el inconsciente para ubicarlo en el centro de la crueldad, y con ésta en el punto fijo de la conciencia. Transfirió la profundidad al nihilismo. (Nihilismo como significación de las instancias destructoras). El caos dentro de un libro original.

Juan Jacobo Bajarlía, CLARÍN, Buenos Aires, 19-II-1976


Medina ha construido estos relatos con todo aquello que, nos han enseñado, no debe usarse para construir un cuento. Cambia de caballo en mitad del río, no se preocupa por dar en el blanco y entonces la flecha se desvía, no le importa la flecha, no le importa el blanco, no le importa el río ni el caballo. Nos queda entonces el latido salvaje de su desolada escritura y ahí se cumple la parábola, se establece el encuentro. Muy pocos escritores pueden enfrentar de esta manera el papel en blanco. Muy pocos escritores pueden establecer esta comunicación sutil sin proponérselo. La literatura de Medina es una literatura hecha de andrajos. "Siempre podemos hacer algo con lo que han hecho de nosotros", escribió Sartre y Medina ha hecho algo con lo que dejaron de él, ha escrito este hermoso libro, el más puro, el más ingenuo, el más inadvertido. Las Hienas conserva la pureza que sigue al sufrimiento, la ingenuidad que deja el dolor cuando el dolor ha pasado. Su rastro no es complaciente.

El extraño lenguaje de estos cuentos, de este oficio de tinieblas, filoso, total y sorpresivo, tiene una extraña respiración, una coherencia intransferible; se da solamente en Medina. No se aprende en los libros. Lo que en Medina es natural en otros resulta falso. Lo que en Medina puede ser "el rimero melodioso de tu voz", en otros es un reguero de desperdicios que asuela e invade la última producción de lo que se está escribiendo en la Argentina. Medina es un efecto literario y las causas no se detectan. "La vita se la vive o se la scrive" , decía Pirandello. Medina hizo las dos cosas. Otros no llegan más que a escribirla sin haberla vivido.

Creo notar también que no sólo en estos relatos, sino en toda la obra de Medina se percibe siempre un ajuste de cuentas: alguien gana y alguien pierde. Lo curioso es la ambigüedad, los lugares el lugar que ocupan sobre el puente del daño. Pero siempre, entre los dos, queda una raya de pureza, un fulgor lejano, inalcanzable, que muy pocos advierten en sus transitorias críticas.

Y otra cosa, en 1975 no era fácil escribir un cuento como Las Hienas, mucho menos publicarlo. Posiblemente esto sea algo lateral, algo que nada tiene que ver con la literatura, pero que quería decirlo.

Isidoro Blaisten, Buenos Aires, Marzo de 1986


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