Sobre "SÓLO ÁNGELES"


En "Sólo ángeles", Enrique Medina simula un apoyo casi humillante a una realidad exterior (la lucha y la violencia social, el contacto sexual, los minuciosos episodios del cuerpo: mugre, exudación, hambre). El texto de Medina se ordena en una sucesión de tramos narrados en primera persona: por un yo que se presume de remitirse a un mundo exterior que lo acosa, pero que se distrae de él para centrarse obsesivamente en su propio hablar. Como en el terrible testimonio que era "Las tumbas", este hablar acaba siendo no ya la evidencia de un correlato externo, sino de sí mismo, de su poder de evocarse reiterándose a medida que transcurre.

Enrique Pezzoni, CLARÍN, Buenos Aires, 27-XII-1973


Me gustó "Sólo Ángeles". Reitero que me pareció excelente, denso y lleno de humanidad. Es de lo mejor que he leído.

JORGE AMADO, Brasil, 1973


Este nuevo texto de Enrique Medina no necesitaba apuntalamiento ni sostén: como "Las tumbas", "Sólo Ángeles es autónomo, no está emparentado con nadie, no pide ayuda, se defiende solo. Confirma además el surgimiento de un narrador notable, de una propuesta testimonial demitificadora, directa y llena de fuerza.

Aunque a primera vista no pueda emparentársela con "Las tumbas", está unida a ésta por un hilo no tan sutil, por lazos innegables. En el mundo de "Las tumbas", la violencia, el sadismo, la lucha por la supervivencia estallaban a cada paso; en el de "Sólo Ángeles" estas tensiones, atenuadas, aparecen como en sordina; pero no por ello son menores. En ambos casos el protagonista es un innominado, un ser módico que trata de mantenerse al margen y acumula estrategias de convivencia forzada para pasarla "piola". En "Las tumbas" el mundo era cerrado; el innominado de "sólo ángeles" vislumbra, aún dentro de su confusión, de una semiindiferencia, la apertura que implica la salida política, las luchas populares en América latina. Y ése es un paso decisivo para este narrador intuitivo, difícilmente encasillable, capaz de librar con sencillez y vigor, a fuerza de observación y audacia, pragmáticamente, la batalla contra la retórica, la falsa exquisitez y el ludismo.

SIETE DIAS ILUSTRADOS, Buenos Aires, 15 de Octubre de 1973


Medina introduce a su personaje en Montevideo en 1970, y lo hace convivir con ese submundo, como uno más, casi sin distancia. Es el ángel innombrado, al que sólo se conoce por sus propias referencias despiadadas, cuando está frente a un espejo, o cuando se observa minuciosamente en sus gestos, en su conducta intrascendente. Cuando va por 18 de Julio o se sienta en un banco de plaza, cuando come en bares sucios o ve películas pornográficas, va descubriendo la aparición de un fenómeno desconocido para él: desde otros sótanos, desde subterráneos deliberadamente construidos, ve surgir las acciones de los Tupamaros, las luchas estudiantiles, la concreción del Frente Amplio. Allí está una de las claves del libro: mientras cada personaje refirma su condición de despreciado, el ángel principal, nunca protagonista, comprueba la posibilidad de canalizar su resentimiento o por lo menos sabe que otros han podido hacerlo. El ángel tiene sus propias experiencias: una sexualidad exasperante pero divertida, sin represiones, con momentos de crueldad casi refinada por un lado, la admiración y la reflexión por la acción política, la solidaridad revolucionaria, el cine testimonial, por otro. Ese vaivén constante es otra de las claves de la historia.

Federico Nieves, CLARÍN, Buenos Aires, 22-XI-1973


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