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| Sobre "TRANSPARENTE" Quien leyó "Las tumbas" y "Sólo Ángeles" de este mismo autor, tan zarandeado por su agresivo éxito, se formó una imagen que, positiva o negativa, tendrá que modificar al encontrarse con esta nueva, diáfana, conmovedora novela. Es la historia de una mujer del interior, un ser que se corporiza nítido y transparente desde los recuerdos prendidos a la memoria como una continuidad vivencial. Una mujer simple que transcurre la vida en la marginación del servicio doméstico, con un hijo a cuestas como una desgarradura más, pero sin que en ella sucumba un milagroso, incontaminado sentido de los valores puros de la existencia. Este lirismo sustancial, que convierte un ser oscuro en un personaje lleno de insospechada poesía, le viene por herencia hispánica y como resabio de la infancia vivida en la anchura del campo argentino. Y dicho sea de paso el personaje asume también el destino y la realidad social –muy pocos investigados- de los hijos de esos inmigrantes que no supieron hacer fortuna porque su humanidad fue más fuerte que el afán de dinero. Lo extraordinario de esta novela, insólitamente enriquecida por elocuentes fotos de época es la verosimilitud psicológica del personaje que surge vivo y entrañable a través de recuerdos volcados con naturalidad, sin tono dramático y sin psicologismos de moda, sino con la fluidez de quien tiene por hábito expresar todo lo que le ocurre por dentro y por fuera. Subrepticiamente, la protagonista se nos instala adentro y es la muchacha, la madre, la viejita que todos conocimos. El lenguaje coloquial, exento de l sofisticado empleo de palabrotas, transmite una espontaneidad llena de gracia y de inmediatez. El racconto nos revela el vaivén de un alma hasta que en las últimas páginas, en la rememoración de la breve infancia al lado de los padres irrenunciablemente hispánicos, adquiere la serenidad y la melancolía de una pastoral de una sinfonía. Conjeturamos que "Transparente" no encontrará la masa de lectores extraliterarios que encontró "Las tumbas". Y no suscitará polémicas. Pero estamos seguros de que afirmará las dotes narrativas de Medina, lo limpiará de escorias y lo situará en la línea de los grandes creadores, de los que saben desaparecer en función de sus personajes, hacerse voceros de quienes no tienen voz. Otra elocuente criatura ha entrado en el universo de la novelística sudamericana. Un personaje desvalido se nos cuela adentro y nos irriga con una carga poética estremecidamente humana. Syria Poletti, EL DIA, La plata, 23-02-1975 El relato de "Transparente" corresponde a la gente que más quiere Medina, los humildes, y el hallazgo es la figura central, su procedencia rural, es decir la criatura del interior sin preparación para la vida y sin preparación escolar, en quien se insertan los estigmas de la ciudad: atropello, explotación, desconsideración... Sea como empleada en la casa de familia, sea como obrera en el taller o la fábrica. No es sin embargo –al menos no lo es explícitamente- una protesta social. Esta queda a cargo del lector, quien podrá asumirla o no, según su conciencia, aunque de ningún modo podrá negar que lo acosa y lo muerde; porque Medina no acude a lo panfletario ni a demagogia alguna. Simplemente, narra. No recurre tampoco a un lenguaje objetable, quizás esto lo aleja del cuadro de los duros, pero lo instala en el de una pureza que condice con el título del libro. Para éste conviene notar que el título, elegido sabiamente, si bien puede participar del significado de las palabras diáfano, lúcido, translúcido, hialino, cristalino, sin ser todas sinónimos, se comunican su sentido y caracteres, que son, de otra parte, los del relato todo, redondeando la condición ejemplar de esta obra que avanza y quedará en la narrativa sin necesidad de la intriga, ni ningún golpe bajo que sacuda el erotismo del lector. Su claridad y pureza, que la hace sumamente transitable, aparte las virtudes líricas de su prosa y esa admirable serie de fotografías de época en sepia tomadas de un archivo o colección de los años 30, la colocan cómoda y legítimamente en lugar de privilegio entre la producción de los autores argentinos que constituyen de todos modos, con Medina sin duda, lo mejor de la hornada que "llegó", paradójicamente con los años más impiadosos de la vida civil Argentina. ANTONIO DI BENEDETTO, Buenos Aires, 1985 Desde los testimonios antropológicos del norteamericano Oscar Lewis y el cubano Miguel Barnett, creo que nuestra cultura esperaba un texto de similar calidad: el discurso del hombre común, poseedor del don de la observación y de una sabiduría propia de la vida vinculada con la naturaleza. Esta vez el texto es literario. En el camino que nuestra narrativa recorre por los senderos zigzagueantes del realismo, no faltan los eslabones que conducen a "Transparente": ya los intentos de ahondar en los motivos de la vida campesina –Güiraldes y Linch como polos de una misma búsqueda- y el afán de testimoniar la vida de los sectores oprimidos, presente fundamentalmente en los boedistas y logrado con mayor complejidad por Roberto Arlt. El salto operado en esta trayectoria por "Transparente" apunta a dos direcciones: su apartamiento de la retórica del realismo, y su obediencia a leyes creativas que tienen más bien que ver con la vigencia de formas de rescate antropológico/testimonial/periodístico. Esta decisión de mimesis con lo oral implica una convención más sutil, ya que este texto no se "entrecomilla": nadie nos advierte sobre lo que va a venir, nadie nos sitúa en el espacio desde el cual leeremos a Etelvina, nadie nos dice para quién está relatada la memoria. Es decir, nadie cristaliza el lugar que como lectores nos disponemos a ocupar. Esta memoria empieza a fluir sin destinatario aparente, más bien como respondiendo a un interrogatorio. A medida que el relato avanza, desde los orígenes –nombre, padres, lugar de nacimiento, trabajos, infancia, breve infancia-, nos vamos metiendo en los acontecimientos de una vida pobre en alegrías y rica en pesadumbre. El lenguaje otorgado a Etelvina por el autor respeta el sentido de su vida, la ingenuidad de sus fantasías, la sencillez de sus apetencias, la noble comprensión de su destino de mujer pobre, y asume una tersura verdaderamente transparente. Publicada originalmente en 1974, "Transparente" abre un espacio nuevo en la obra de Enrique Medina. Sigue a "Las tumbas", dura evidencia de la necesidad de afirmar un lenguaje pegado a vivencias personales. Precede a sus novelas mayores -Strip tease, Las muecas del miedo, El duke-, en las que un tremendismo no exento de ribetes naturalistas asume una lucidez agobiadora. Y se confirma en su última novela, "Con el trapo en la boca", donde una aguda conciencia de los límites del discurso testimonial trasciende una propuesta meramente psicologista para concentrarse en un alegato en pro de una juventud amurallada en el silencio. Como contraparte, quizás de "Las tumbas". La reedición de "Transparente", a poco más de diez años de su publicación, hace posible no sólo una relectura literal, sino también histórica. Porque si en su momento pudo ser leída como síntoma de una sociedad que buscó mirarse a sí misma a partir de un populismo también reeditado, hoy puede convertirse en resumen de la necesidad de despojarse de ciertas trampas ideológicas, para situarse en una amplia perspectiva de interpretación de nuestra historia social y cultural. JOSEFINA DELGADO, Buenos Aires, 1985 La escueta crónica de una marginación de una criatura de las tantas que cotidianamente vemos deambular por las calles de Buenos Aires, es lo que puntualiza Enrique Medina en esta obra compuesta en un estilo lineal, sin tremendismos, harto diferente del que manejara en “Las tumbas” y “Sólo Ángeles”. En un desovillar lento, casi proustiano, la protagonista va recordando, ya anciana, las circunstancias que fueron tramando su vida, desde sus años de infancia en los que memora a su madre cuando regresaban al hogar. “Ella caminaba derechita, solamente se le movía de la cintura para abajo”. O a su padre, que cuando vino de España se marchó al monte como jornalero, y de quien afirma que lo más importante “que yo hice en mi vida fue sacarle una astilla de la mano”. O su juventud, trabajando en casas hostiles o en fábricas inhumanas, o viviendo como un desalmado, de quien debe huir para salvarse. Y allá va con su hijo, lavando patios, trajinando cocinas bajo las miradas de amor indiferentes o aprovechados. Y el hijo crece, y un día se le queda entre los brazos. Y, luego, los trámites de la jubilación, en una sociedad sin carnadura. Etelvina va desgranando ternuras, peregrinaciones. Así, esa lluvia que la exalta, que la vuelve nostalgiosa, ese cielo. “¿Por qué me gustará tanto el cielo?”. Novela escrita con la limpieza de un testimonio, su autor demuestra en ella sus excelentes dotes narrativas, una sensibilidad aguda por el contorno que lo acucia y en el que instala, en un exigente compromiso existencial. LA RAZÓN, Buenos Aires, 5-IV-1975 Esta es la tercera novela de Medina. Las otras, como se sabe, fueron “Las tumbas” y “Sólo Ángeles”. No es fácil crear un personaje, darle vida, si se recurre al simple retrato de protagonista. El clima literario que ofrece Medina en esta novela es, a veces, demasiado descriptivo, pero crudo en su realismo, tocado en algunos casos, por la ternura. No quiere caer en el fácil sentimentalismo; rehuye ciertos giros, ciertas expresiones, determinados clisés u podrían –como el erotismo, la protesta social- brindarle una cómoda posición para lograr un éxito demasiado fácil. Trata de ahondar en la vida de una familia española afincada en nuestro territorio; la enfoca desde los recuerdos de una de las hijas, cuyo calvario es soportado con estoicismo, tal vez con demasiado espíritu conciliador ante la maldad de muchos seres que la rodean o ante las sucesivas frustraciones de su existencia. La novela “Transparente” –toda novela es un cuento con ripio, ha escrito Borges- relata la historia de Etelvina. El ámbito es pobre pero expuesto con decoro por Medina. Falta, a nuestro modo de ver en ese juego de campo y ciudad –el campo resulta pobrísimo, patético-, una mayor recreación, un realce de los personajes tan sufridos, tan conformistas con su destino. Por momentos, el rencor crece contra la ciudad y su “fulgor dorado”. Sin embargo, la narración está escrita con un estilo sencillo –por fin una novela sin complicaciones técnicas- que atrae a determinados lectores. LA NACIÓN, Buenos Aires, 10-IX-1975 Enrique Medina, el autor de “Transparente” tersa biografía de una mujer que “trabaja para los otros”, se inicio en 1972 con “Las tumbas”, u relato duro y crispado sobre la vida en los reformatorios. Ubicado en una cuerda testimonial menos agresiva, aunque igualmente desolada, el nuevo libro de Medina parece demostrar hasta qué punto una captación inteligente de ciertas formas de indagación y análisis propuestas por las ciencias del hombre – hay que pensar especialmente en Oscar Lewis y “Los hijos de Sánchez”- pueden coincidir, de manera saludable, con las necesidades y propósitos de la literatura. “Transparente”, un texto en lo que confluyen técnicas de la literatura y de la nueva antropología, como la historia, el reportaje, el testimonio, el registro fotográfico, la encuesta, el montaje documental, la narración en primera persona y el racconto autobiográfico, constituye en este sentido un sólido y convincente ejemplo de complementación creadora, de fecundo trayecto de “ida y vuelta” entre dos formas de conocimiento y experiencia razonablemente compatibles. Es indudable de que Medina ha reflexionado con lucidez y profundidad sobre el desarrollo de una nueva forma de configuración del espacio y de la materia narrativa, y en este sentido su “transparente” escritura consigue problematizar, y al mismo tiempo superar con agudeza – por encima de su apariencia deliberadamente “empobrecida”, desnuda y esquemática- un buen número de ritos, prejuicios y categorías sagradas de la actual literatura Argentina. Su medulosa exploración del universo de Etelvina – trasunto de una comprensión auténticamente madura ( y saludablemente no folklórica ) de la cultura rural argentina- pone en evidencia una capacidad poco frecuente para comunicar con calidez – en el marco de una narrativa frecuentemente sin nada por el desabrimiento y la frialdad intelectual- la delicada contextura afectiva y la sobria entereza de este personaje conmovedor que libra sus pequeñas batallas en un mundo particularmente duro y hostil. “Transparente”- un nuevo camino en el oficio narrativo del autor de “Las tumbas y Sólo Ángeles”- consigue transmitir con ternura, e inclusive concierta dosis de apretado lirismo, la historia de esta mujer que recrea tenazmente los fragmentos de un existencia opaca, sin grandes felicidades ni exageradas tragedias, sobrellevada con dignidad y con un secreto espíritu de lucha, de resistencia empecinada contra la soledad, la frustración, la fácil piedad y el absurdo. Una existencia cuya lección parece condensarse en este desolado y tardío descubrimiento: “La palabra lástima es una palabra humilde, triste, sufrida, abnegada, una palabra que todo lo perdona. En cambio la palabra amor es soberbia, orgullosa, no perdona, prefiere perder al ser amado antes que perdonar, prefiere morir antes que perdonar... El amor es altivo, mientras que la lastima achica. Una se clava por lástima. Por eso si me dan a elegir me quedo con el amor, que es avasallador y no implora sino que exige. Yo sé lo que es lástima y lo que es amor. El amor lo perdí porque no quise rogar y por lástima me achique y me clavé...” Jorge B. Rivera, LA OPINIÓN, Buenos Aires, 29-X-1974 |
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