Entrevista
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 (Entrevista publicada en Latin American Theatre Review. Spring 2002)                                           

Conversaciones sobre vida y teatro con Susana Torres Molina

                                                                                                        María Claudia André

M.C.A:  ¿De dónde proviene tu vena literaria?

S.T.M.: La literatura siempre fue mi medio de expresión, desde que era muy pequeña. Al principio escribía cuentos en el colegio, poesía, mi diario personal, y después, cuando comencé a estudiar teatro para formarme como actriz, me di cuenta de que me salía con mucha facilidad escribir escenas para mí y para el resto de mis compañeros.  De ahí surgió el interés por la dramaturgia, además, el hecho de haber estudiado la técnica actoral me ayudó para que en mis textos, la acción dramática, fuera tan importante como el discurso literario.  Eso se nota cuando alguien escribe teatro desde la literatura o cuando realmente está incorporado el texto a partir del cuerpo que lo expresa..  Después seguí escribiendo cuentos, guiones para cortos, escribí también para cine, y algunos libretos para televisión. Digamos que fui incursionando un poco por distintas disciplinas, y si me hubiera quedado en España, donde estuve viviendo del 78 al 81, probablemente me habría dedicado de lleno al cine, porque en ese entonces eso era lo que estaba estudiando e investigando. Hice un corto que ganó tres premios en festivales internacionales. El de Huesca, el de Valladolid y un premio al mejor corto de 1980, dado por el Ministerio de Cultura de España. Como parte del premio me daban un subsidio para seguir filmando, pero justo ahí,  decidimos volver a la Argentina. y cuando llegué comencé a recibir los telegramas diciéndome que había ganado.  Una vez aquí, me pareció muy difícil entrar en el mundo de la industria cinematográfica  y percibí que el teatro era mucho más accesible a nivel de producción  porque en esos tiempos, las empresas independientes,  las cooperativas, las obras hechas a puro pulmón, eran posibles. Me acuerdo de haber ensayado obras en el living de mi casa y de haber realizado la producción con el dinero que juntábamos vendiendo entradas por anticipado. Siempre sentí que el medio teatral era más controlable. Y mucho menos condicionado por intereses económicos, siendo un arte de minorías. Ya había actuado en España, en mi obra Extraño Juguete, dirigida por Norma Aleandro, junto a Tato Pavlovsky y Zulema Katz,  Y antes del exilio había protagonizado El Baño de los Pájaros, obra del  norteamericano Leonard Melfi, que dirigió Beatriz Matar. Luego, cuando volví, en el 81 comencé a dirigir. Estrené mi obra. Y a otra cosa mariposa.  Yo quería que ese  texto lo dirigiera una mujer, por el tipo de  temática que desarrollaba, pero realmente en esa época no había muchas mujeres directoras de teatro,  entonces pensé en  dirigirla yo misma. Así fue como empecé a incursionar en la dirección teatral.  También me interesa mucho la música, y durante varios años hice  puestas en escena para músicos y cantantes, y también conduje programas de radio. Estos últimos tiempos dirijo menos, y me noto más volcada al mundo de la escritura. Mundo, que cuenta con un plus muy favorable para estas épocas caóticas e inciertas., y es la de no depender de nadie, más que de la propia dedicación .Ultimamente acrecenté  mucho mi ritmo de producción dramática. Esto se debe, en gran parte,  a que desde  1998  integro un grupo de autogestión con otros dramaturgos, y ese espacio de intercambio, de estímulo y reflexión, lo considero un gran privilegio y una fuente permanente de creación. 

M.C.A:  ¿Es fácil editar obras teatrales en la Argentina?

S.T.M.:  No, no es fácil, uno puede editar pero pagándose su edición o en gran parte.  En general, como en la poesía, casi todas son ediciones de autor, con excepción de algunos nombres especiales.  Y por otro lado, es  una necesidad,  porque si no el material no se difunde. No se sigue representando en otras geografías. En otros países.  Con nuestra situación económica, de crisis en estado permanente, toda actividad cultural se hace muy cuesta arriba. Tengo la firme intención de editar mis obras estrenadas, que son unas cuantas,  porque pareciera que siempre se estudian y representan las mismas,  las que escribí hace  veinte años atrás, y que causalmente,  desde hace mucho tiempo,  están editadas.*.

*Estos últimos dos años, a partir de premios y antologías varias, muchas de mis obras se editaron.

M.C.A:   ¿Cómo fuiste evolucionando en la lectura y la escritura?

S.T.M.:  Desde que tengo recuerdos, me veo leyendo muchísimo. De chica leía tanto la literatura que leía mi hermana, ocho años mayor,  como los libros de Emilio Salgari. Me gustaba mucho Agatha Christie,  Chesterton,  Poe, la novela policial, los thrillers. Mi lectura siempre fue más bien desordenada, de intereses múltiples y muy variados.  A los quince años leía las obras de Herman Hesse, El lobo estepario, Demian, también a Rimbaud, Baudelaire, Michaux ,Lautremont  Luego me atrapó la literatura argentina, Roberto Arlt, Leopoldo Marechal, Borges, Silvina Ocampo, Alejandra Pizarnik, Olga Orozco.  Yo fui a colegios ingleses, en uno de ellos estuve pupila cuatro años y allí se incentivaba muchísimo la lectura, y recuerdo que había enormes bibliotecas con gran variedad de literatura. Por lo que sé, ese tipo de colegios impartían una educación mucho más liberal que el resto. A veces te topabas con textos de D. H. Lawrence o Lolita de Nabokov,  que estaban censurados en otros ámbitos,  pero que yo los encontraba  en la biblioteca del colegio.

M.C.A.:    Digamos que el arte no te viene por influencia familiar...

S.T.M.:  No, no por lo menos de padre y madre. Digamos que yo soy la única de la familia que salió con esa pasión por el arte en general y la literatura en particular.  El teatro es como un lugar donde el acceso fue quizás más fácil, posible, y yo nunca pensé  que lo teatral era mi único objetivo,  mi única pasión, porque yo podría estar haciendo cine o fotografía,  me interesan muchas cosas,  pero acceder a esa disciplina fue algo fluido, como posibilidad concreta de expresar mi mundo imaginario.  Y he intentado expresarlo de distintas maneras, aun dentro del lenguaje escénico.  Creando espectáculos que se han concentrado en la imagen, en la danza o en textos poéticos, y por eso mismo también me han criticado, porque algunos no consideraban a eso como “teatro”.  Ahora el éxito de las nuevas tendencias los han hecho más flexibles en sus criterios. Para mí todo parte de un lugar de investigación personal. Y de resonancias con mi interioridad. Es así que me interesa mucho el teatro danza. También el Butoh, o “Danza de las tinieblas”, que es una danza contemporánea japonesa,  creada como forma de rebeldía hacia lo clásico y las influencias occidentales. Es  una técnica muy expresiva, fuerte,  conmocionante. Los cuerpos desnudos, o casi,  totalmente maquillados de blanco se mueven como seres que están mas allá de la vida y de la muerte.  Porque me interesaba esa técnica, empecé a investigar sobre eso, e hice Amantissima  bajo esa influencia, con integrantes de mis talleres. Esto trae como correlato que desde 1985 coordino talleres de investigación creativa   Estos talleres son específicamente para gente que quiere investigar su propio potencial creativo. Como siempre me ha atraído la música, el teatro, el cine, la literatura, los performances, la fotografía, etc, y  mis intereses son tan amplios,  pensé en hacer algo  diferente que reflejara esa versatilidad,  y así nació la idea de coordinar talleres en donde la gente se pudiera conectar con sus propias posibilidades, desde distintas disciplinas expresivas.  Mi taller es un lugar, en donde, por poner un ejemplo, si se quiere actuar una escena, se escribe también lo que se va a actuar. Todo lo crean y protagonizan. Esto se dio así, seguramente,  por como ha sido mi formación. Aprendiendo siempre a partir de la experiencia y el desafío. También estuve trabajando con personas con HIV y enfermos terminales.  En el 93 coordiné talleres de creatividad como parte de una experiencia piloto con presos HIV, en el Servicio Penitenciario de Devoto. Hay en mí un aspecto muy fuerte, que está  interesado en usar la creatividad en forma terapéutica, con personas que se encuentra en situaciones límites, y justamente, los talleres en esos casos han sido una experiencia muy enriquecedora.

M.C.A.:  De  tus colegas, ¿quiénes te interesan más?

S.T.M.:  Griselda Gambaro es una de las que más me interesa.  No sólo valoro su obra sino que para mí es un referente importante entre las mujeres de la cultura y los autores en general. Otro dramaturgo que siempre he tomado como modelo, por su coherencia, valentía y compromiso social, es Eduardo (Tato) Pavlovsky, que además me parece un dramaturgo y actor extraordinario. Después hay muchas mujeres de mi generación que están realizando una producción dramática muy interesante, y a ritmo sostenido, como Patricia Zangaro, Patricia Suarez, Susana Gutiérrez Posse, Susana Pujol, Diana Raznovich, Lucía Laragione, Cristina Escofet,  Adriana Genta… Seguramente no están todas las que están. 

M.C.A.:  ¿Después de Teatro Abierto han habido otras producciones  semejantes en cuanto  a  promover el diálogo entre dramaturgos?

S.T.M.: Haciendo historia, en el 83, me ofrecieron la dirección artística del teatro del Viejo Palermo, y el rol lo asumí para poder reunir a mucha gente que andaba desperdigada.  Lo tuve algunos meses pero no pude avanzar en la propuesta, porque el dueño del lugar tenía otras ideas, más conservadoras, entonces se dio la oportunidad de poder organizar un espacio propio. Junto con dos amigos y socios, refaccionamos un viejo galpón y  creamos  El Hangar,  en el barrio de Palermo Viejo.. Allí trabajaron muchos creadores, como Alberto Ure,  Pavlovsky,  Ricardo Bartis, Lorenzo Quinteros, Laura Yusem, Lia Jelín, etc, y fue un lugar importante en cuanto que se daba lo más interesante del teatro alternativo. Siempre me atrajo abrir espacios para programar y reunir a gente talentosa.  En el 90 lo dejamos por la situación socioeconómica, sobre todo por la hiperinflación, y porque por ese entones no había ninguna ayuda del estado a los teatros independientes.  De querer mantenerlo hubieramos tenido que  hacer concesiones en cuanto a nuestra selección artística, así que decidimos devolvérselo al dueño, después de haber invertido treinta mil dólares en refacciones. Deseabamos un espacio teatral que tuviera mucha rigurosidad en lo artístico y la opción era transformarnos en un espacio abierto a cualquier oferta, para poder pagar el alquiler, o cerrarlo. Y lo cerramos. A lo largo de los años siempre anduve buscando sitios donde se promuevan propuestas interdisciplinarias. Se ve que hay algo en mi que está constantemente intentando mezclar las áreas artísticas para lograr así, deslizamientos. Desestructuras..

En los noventa, lo individual se empezó a manifestar con mucha más fuerza, y cada vez resultó más difícil hacer movidas grupales con cierta permanencia. Como dije  anteriormente, en la actualidad mi diálogo con dramaturgos  se produce semanalmente con el grupo de autogestión al cual pertenezco (Susy Gutierrez Posse, Susana Poujol, Lucia Laragione, Victor Winer, Jorge Huertas) en donde también aprendemos el difícil arte de socializar la información. Gracias a eso, yo empecé a mandar obras a concursos que hasta ese momento no tenía la menor idea que existían. Así fue como gané  el Premio de Dramaturgia Hermanos Machado, en Sevilla, España en el 99 con Una noche cualquiera. Además, el hecho de reunirse todas las semanas,  obliga a estar elaborando siempre algún material, porque si se va un par de veces sin llevar nada, el grupo empieza a exigir y a preguntar en que punto se está. Esa es realmente una presión agradable, estimulante.  Siempre es enriquecedor el trabajo con un grupo por todo lo que se aprende en cuanto a generosidad, respeto a las diferencias, a la crítica, de cómo se puede convivir con estéticas muy diferentes. Es un ejercicio de apertura y flexibilidad fabuloso.

En el 2001, hubo una experiencia tan importante como Teatro Abierto y fue Teatro por la Identidad. Auspiciado por las Abuelas de Plaza de Mayo y motorizado por muchos teatristas. El 24 de marzo se estrenaron 41 obras de teatro en 14 salas de la Capital. Tres obras por sala,  todos los lunes hasta julio, con salas siempre llenas. Con entrada gratuita y todos trabajando durante meses ad honorem. Yo estuve en la comisión de lectura y selección de las propuestas. A lo largo de toda la experiencia, que fue sumamente intensa, se vivió un clima altamente solidario y cordial. Las propuestas artísticas tenían que ver con el tema de la Identidad en sus múltiples significancias,  Gracias al ciclo, muchos jóvenes con sospechas de haber sido apropiados, en la época de la dictadura, se llegaron hasta las abuelas a informarse y a querer hacerse los analisis de consanguineidad.  También participé  como coautora del espectaculo Sorteo, y dirigiendo un texto poético de María Mascheroni, La noche sabe lo que hace cuando tiembla.

Todo el proceso de creación y organización del ciclo, fue de las vivencias más gratificantes que me ha tocado participar en estos últimos años.  También participé del Ciclo Teatro por la Identidad 2002.. 

M.C.A.:  Con respecto a la crítica de tus obras, ¿cómo te leen las mujeres, en especial un texto como Dueña y señora?

S.T.M.:  La crítica se polarizó mucho porque ese libro de cuentos lo publiqué en el 83.  Yo recién llegaba de España, en plena época de destape español, y cuando regreso acá, le mostré ese material a gente amiga y les encantó.  Luego, ni sé cómo, llegó a manos de una editora que me dijo: “Si vos te animás a publicarlo, yo me animo a editarlo”. La situación mía acá era muy diferente porque todavía estaban los militares, la sociedad  tenia una mordaza en el cerebro, estaban mis hijos,  mi familia y yo no sabía muy bien qué hacer. En eso me apoyó mucho Tato (Pavlovsky) , en esa época estaba casada con él, y además  al libro se lo  dediqué por su apoyo constante.  Me acuerdo que en un momento se me pasó por la cabeza editarlos con otro nombre  pero el libro de cuentos se titulaba  Dueña y señora, y hacerlo bajo otro nombre me pareció una incoherencia total.

M.C.A.: Ese libro me gustó muchísimo en cuanto a tu forma de representar y expresar el deseo femenino.

S.T.M.: Justamente, cuando estaba en Madrid, me preguntaba por qué las mujeres escribían sobre el erotismo y el sexo, en un tono tan ambiguo y lleno de floripondios, ¿por qué no se podía hablar de las fantasías y de los deseos sexuales con más humor, en un tono más irreverente?  Además me interesaba que la mujer de mis relatos fuera siempre sujeto de deseo y no objeto de él.  Recuerdo que yo misma disfruté mucho escribiéndolos. Claro que cuando salió acá,  todavía no había subido Alfonsín como presidente, y la sociedad venía de padecer  la represión militar, con su carga tremenda de muerte y silencio forzado,  lo cual sumado a cierta represión inherente de nuestra sociedad, bastante conservadora e hipócrita, en relación a  ciertos temas, el libro causó un shock .  La primera edición se vendió rapidísimo, Después sacaron otra que se vendió también como pan caliente.   Recuerdo que me llamaron muchas mujeres para felicitarme y me decían, “Me río a carcajadas con tu libro. Me hubiera gustado haberlo escrito yo”.   Esa fue la parte maravillosa, pero por otro lado, estaban los que  me calificaban como “la reina de la pornografía”.  Se metían en mi vida privada tratando de ver como era la vida de alguien que se anima a escribir un libro así. Todo eso fue muy desagradable, hasta el punto que  llegué a arrepentirme de haberlo editado.  Luego tuve un período largo que no hice nada en relación al humor, porque me empezaron a interesar otros temas, que estaban más de acuerdo con el momento que estaba viviendo. Estrené  Amantísima, /1988) en la cual me sumergí en un trabajo de investigación con la imagen. Ese fue un trabajo muy fuerte, impactante y conmovedor. Realizado con todas las posibilidades técnicas, ya que lo estrené en mi teatro El Hangar. Después, escribí y estrené otra obra que hablaba de las consecuencias del SIDA, cuando el tema aún no se tocaba en los ámbitos escénicos. Unio Mystica (1991)  Eran las voces de tres mujeres, tres arquetipos, relacionadas a un mismo hombre, enfermo: La Mujer, La Amante, y La Prostituta. Luego vino Canto de sirenas (1995)  un monólogo para una actriz, y en el 2001 fue invitado a representarse en el Primer Festival de Monólogos,  en Miami.  Todas esas obras fueron  textos dramáticos y mucho más herméticos que los de la primera época.  Ahora estoy de nuevo recuperando el humor en la escritura.  Pero están las dos cosas,  los textos que surgen de voces interiores, sin referencias externas, y que me permiten llegar a lo esencial. Al fondo de lo que me interesa. Como un bisturí. Otras veces el motor creativo es la indignación, la crítica de lo circunstancial, de lo que está sucediendo a mi alrededor y la escritura se manifiesta con rebeldía,  sarcasmo, ironía o directamente,  humor negro. 

M.C.A.: ¿Cuál es la relación en tus obras con respecto al cuerpo, lenguaje y escritura?

S.T.M.:  No tengo un punto de partida recurrente. A veces me inspiro mucho en la realidad.  Si hay una noticia que me conmociona, de ahí puede surgir un disparador para crear. Por ejemplo: Manifiesto, Modus Operandi, Lo que no se nombra, Nada entre los dientes .  En estas obras he partido de un puntapié inicial que me estimulaba a  escribir y crear una determinada situación. Hay obras que surgen a partir de imágenes, de algunos textos, míos o no, de una música, y entonces, después investigo con los actores y con ellos, o a través de ellos, se va armando el rompecabezas de lo que luego será la  obra. Fue así el caso de: Amantísima. Espiral de fuego y Paraísos Perdidos  Hay otras obras en las cuales como dramaturga tengo la necesidad de elaborar un texto, pero luego, en mi rol de directora no tengo idea de cómo voy a hacer para ponerlo en escena:. Unio Mystica.. Cero,  y Estática.

Me ha pasado muchas veces, escuchando una música, que algo detona, algo que necesita ser expresado y que se me va revelando a medida que lo voy escribiendo.  Yo no sé como va a ser el texto hasta que no escucho hablar a los personajes. Una vez que los personajes lo hacen, entonces el texto empieza a fluir y a fluir, y esto me lleva a un lugar muy corporal. Los escucho, los veo, los dejo hacer y fundamentalmente los incito a que me sorprendan.

El training del oficio da un cierto control sobre lo que está sucediendo y al mismo tiempo, de lo que se trata, es que para que algo resulte original, creativo, es necesario trascender ese mismo control. Es una extraña dialéctica,  que generalmente da buenos resultados.      

M.C.A.:  ¿Te identificás con los personajes?

S.T.M.:   Yo me identifico con todos y con todo, porque siento que por mis características naturales, nada me es ajeno.  De pronto me puedo introducir en el mecanismo mental de un asesino serial e intuir como funciona, y puedo espiar dentro de  la cabeza de alguien que se está por suicidar.  No me resulta difícil enajenarme e internarme en esa persona para  explorar como piensa y siente. Y por qué puede llegar a tomar esa decisión límite. Y son  situaciones muy, muy distantes de mis elecciones personales. Uno de los textos que  escribí, Modus Operandi, tiene que ver con algo que leí en el diario sobre el modus operandi de los asesinos seriales. Contaba el caso de un hombre buen mozo, elegante, con aspecto de intelectual refinado,  que esperaba a sus víctimas afuera de las bibliotecas públicas, con un yeso en el brazo y unos libros, entonces cuando salía la víctima, que a todo esto, él ya había elegido,  hacía como que se le caían los libros y cuando la víctima se arrodillaba para ayudarle, él le pegaba con el yeso en la cabeza, la desmayaba y después se la llevaba.  Cuando leí esto, al rato ya estaba escribiendo sobre esta situación tan particular. Ya tenía la imagen de la mujer en la biblioteca. Ella, la presa, leyendo... El, el cazador, observándola. Escribí la obra de un tirón. La cabeza, no se detenía.  Veía a la víctima,  a la mujer atraída por ese hombre que la mira, y también, me fascinaba el componente siempre tan extraño del azar, en conjunción con el destino.  Esa causalidad de estar ahí, en el momento justo, para encontrarse de frente, con  la felicidad o la desgracia. Ella desea que ese hombre se convierta en algo especial y ese deseo se le va a cumplir. Como dijo Capote, uno llora más por las plegarias atendidas, que por las otras. 

M.C.A.:  ¿Dirías que tu obra se distingue o se acopla al discurso socio-cultural de la Argentina contemporánea o tratás de identificarte con temas universales?

S.T.M.:   Sin duda que hay una memoria universal.   Lo que veo es que los dramaturgos y escritores en general, recrean un mundo de hombres y las mujeres no existen en ese mundo.  Y si existen, la mayoría de las veces, la presencia está teñida por un gran desconocimiento y mucho prejuicio. Esto ha pasado frecuentemente con los dramaturgos de la generación anterior a la nuestra. Ahora los dramaturgos más jóvenes tienen otra postura, y pienso que fue importante que nuestra generación empezara a escribir mucho teatro desde una perspectiva de la mujer.  Lo mismo ocurría en el cine, había muy pocas mujeres guionistas o directoras.  Ahora eso también cambió. Y en este momento ya hay un grupo grande de creadoras importantes, que obviamente escribimos desde un lugar donde los personajes femeninos son generalmente protagónicos o coprotagónicos, y es que recién desde hace unos años hemos ido teniendo una participación relevante. Y con permanencia.  Y aunque se estén tocando temáticas universales, también se están tocando temas que atañen al universo de la mujer o del hombre actual. Porque siempre se habla sobre lo mismo, el amor, la locura, la muerte, la soledad, el sentido de la existencia. El punto es,  como hablar de esos asuntos de un modo nuevo. Original. Revelador. Obviamente, yo tengo una mirada entrenada desde lo femenino, culturalmente hablando, pero cuando escribo sobre  personajes masculinos  trato de generar en mi, esa particular transmutación,  que es poco explicable y que pertenece a los misterios del proceso creador.   Creo tener esa capacidad para abrirme a otros lenguajes. A otras voces distantes de mi naturaleza.   Justamente, con la obra premiada en España, Una noche cualquiera los actores que la leyeron estaban muy sorprendidos con mi  texto porque les parecía sorprendente que una mujer escribiera con esa  potencia, y en un lenguaje tan claramente masculino. Supongo que esta capacidad de Zelig nació conmigo y la fui perfeccionando con los años. Le di un cauce creativo. Observo y escucho mucho. Estoy muy atenta a lo que sucede en los encuentros con los otros.   Por ejemplo, en Y… a otra cosa mariposa, ese discurso machista es  expresado por actrices, y ahí se refleja mucho esa facilidad para registrar distintas voces. De distintos ámbitos. Y edades.

M.C.A.:  ¿Pensás que tu discurso tiende a proyectarse dentro de lo femenino en particular?

S.T.M.:  Durante un tiempo, mis obras tendían a proyectar exclusivamente el mundo femenino, como en Amantísima, Canto de sirenas, .Ya otra cosa mariposa, Unio Mystica. pero después ya tuve necesidad de ampliar mi panorama como creadora interesada en una mirada no parcial de la realidad. Casualmente. en algunos de mis últimos textos, Azul metalizado, Lo que no se nombra, Ella, todos los personajes son masculinos. No es algo que yo predetermine, sino que me aparecen historias, donde la voz, el discurso es  masculino. Y me lo permito. Porque creo que ya la tarea de que la mujer tenga un lugar protagónico en escena, está hecho. O por lo menos, encaminado.   Pienso que cualquier persona que le interesa ser responsable y protagonista de su propia vida, cualquier persona interesada en tener igualdad de posibilidades y deberes, por más que diga que no es feminista, es feminista. En ese sentido yo lo soy, porque a mí nunca me interesó ser la mujer de nadie.  Ni aceptar un rol secundario, por un simple tema de género. Me atrae descubrir y realizar mi potencial,  ocupando el espacio que merezco  ocupar, el que sea, entonces en ese sentido, aunque la palabra feminismo ahora pueda ser tabú, mala palabra, una antiguedad, debemos reconocer que si estamos todas acá, es gracias a ese movimiento.

M.C.A.:    ¿Y cómo ves a las nuevas generaciones de mujeres argentinas?

S.T.M.:   Hay que ser muy fuerte, muy lúcida, y tener gran resistencia,  para seguir creciendo y lograr concretar las posibilidades que una tiene como ser humano, porque ésta sigue siendo una sociedad muy machista,.  El verdadero poder sigue en manos de los hombres; o sea, el poder económico, político, religioso, militar, sindical..  Esos  son  mundos en el cual las mujeres entran como excepciones a la regla, y muchas veces pagando el precio de la masculinización en las actitudes y en los comportamientos.  Acá por ejemplo, hay un cupo para la presencia de la mujer a nivel político, y la misma ley no la respeta. Todavía hay una situación en la cual existe una sobrevaloración de lo masculino que se ve en todas las áreas, incluyendo el área cultural.  Por lo tanto, para poder ingresar, sostener, mantenerse y poder llevar el proyecto que una quiere llevar a cabo, como proyecto de vida, hay que estar muy preparada,  muy segura de sí misma.  No hay que pedir permiso. Ni bajar la mirada.  Además, esta ideología machista por supuesto que no parte  únicamente de los hombres, si no que  también tienen que ver las mujeres, las que educan y van formando a esos mismos hombres.  La mujer, en muchos casos, sigue perpetuando esta ideología patriarcal, por comodidad,  limitación  y/o ignorancia.

M.C.A.:  Aparte, el tema no ha perdido para nada su vigencia… Una pregunta más, ¿qué querés que se diga de vos? ¿Cómo te gustaría ser recordada? 

S.T.M.: El otro día estaba pensando en un ejercicio del taller que les hago hacer al grupo que coordino.  Cada uno tiene que escribir su propio epitafio, y yo pensé que escribiría el mío diciendo: “Siempre intenté hacer de mi vida,  mi mejor obra de Arte”.  Porque para mi no sólo es crear y generar productos artísticos, si no que también quiero integrar mi existencia, como parte de ese mismo fluido creativo. Intentar que sea una vida bella, intensa, plena. Creo que Nietzsche decía que hay grandes creadores, pero no hay grandes vivientes. 

A mí me interesa mucho el ser,  más  allá del hacer.  La calidad de vida que voy llevando. Me atrae estar atenta a ese  equilibrio. O sea, lo que expreso hacia afuera y lo que  convive con mi  conciencia.   Es bueno poder discriminar en este transcurrir, sobre lo que me enriquece, o  no.  Porque de otro modo me  mareo, dando vueltas en esta vorágine, en  este exceso de estímulos e información,  que en definitiva me aleja del conocimiento.  Tanta necesidad de estar conectada con todo, me aleja de todo, hasta de mi propia conexión. Entonces pienso que es importante saber donde pongo mi energía y dónde no, dónde compro lo que me ofrece el sistema y si realmente lo que compro, a lo que adhiero, le va a dar algún beneficio real a mi vida, porque generalmente, lo que te ofrece el sistema es  absolutamente  innecesario. Superfluo. Y en muchos casos, irresponsable. Ya que se guían por la inmediatez y la ganancia. Y nunca fueron buenos parámetros para lograr, aún que más no sea, un chispazo de sabiduría. 


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