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Huellas de la propia historia

Por Roberto Schneider

El Litoral, Santa Fe, 29 de agosto de 2003.

"Arrozal está cansado", dice un personaje. En ese pueblo "hay más polvo que revoques, y quedan unos pocos viejos, retorcidos de tanta seca y tanta agua", se sostiene en otro momento de "Arrozal", espectáculo estrenado en La Tramoya sobre la base de la obra de José Ignacio Serralunga. En palabras de su autor, se trata de un drama poético que tiene como eje central a un pueblito muy chico, resabio de lo que hace un siglo fue el esplendor de la actividad forestal en la cuña boscosa. Y es cierto. El texto hace profesión de duda y eleva a principios la inseguridad, los filos y las aristas con las que el ser humano puede golpearse y abrir viejas pústulas de las que brota lo reprimido.

Son seres comunes, con sus problemas cotidianos, sus esperanzas frustradas, sus mínimas alegrías y la remota posibilidad de un futuro feliz. Por eso la pieza de Serralunga emana, mucho más allá de la sinceridad con que resalta cada una de las situaciones, una enorme humanidad y una gran compasión por sus protagonistas.

Desde la dirección de la puesta en escena, el mismo Serralunga imprime a la historia el adecuado clima que oscila entre la rutina y la esperanza y consigue la inmediata complicidad del espectador. El director potencia la importancia de la palabra y la del ritmo. Su trabajo, intimista y despojado, crea climas sugerentes para obtener buenos resultados. En lo actoral se destacan las interpretaciones de Fabián Pínnola y Mariana Mathier. Ambos actores tienen dicción perfecta y fuerte presencia escénica. Mariano Dufour resuelve bien las aristas de un personaje por cierto difícil y es correcta la interpretación de Vanina Oroño. La música de Fabián Pínnola es también protagonista, porque no sólo subraya situaciones sino que marca a la puesta un ritmo acorde con el carácter poético de la totalidad, del mismo modo que la planta de luces de Trompa González.

"Arrozal" es una obra sobre las huellas de la propia historia y de la ajena. Pero también sobre el deseo de ser amado, la espera y la búsqueda de lo desconocido. Un fiel reflejo de los días grises de tantos seres anónimos.


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