La perrera
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La Perrera

 

Pasó hace muchos años.

Los punteros políticos prometían más de lo que debían o podían ofrecer, con tal de hacerle una buena campaña proselitista al caudillo de la parroquia.

- Vos seguí pintando carteles para la campaña electoral, que cuando seamos gobierno te hago nombrar en la municipalidad.

El colorado Farola seguía y seguía pegando carteles, porque él, justamente, quería ser "municipal". Cualquier cosa quería ser.

Ya se veía vestido de inspector de tránsito, se soñaba musolino, inspector de feria, portero de la municipalidad, ¡cualquier cosa!. El quería ser municipal.

Y el doctor prometedor, ganó las elecciones en su parroquia, era el nuevo diputado.

Después de los festejos, se entrevistó con el doctor, que no lo dejó hablar.

-Ya sé, Farola. Lo prometido es deuda y yo tengo palabra. ¿qué te pasa?

-Nada dotor, estoy emocionado porque por fin voy a ser municipal. Usted sabe cuando se enteren en el barrio, cuando llegue con el nombramiento.

-Andá a revisión médica.

-Déjeme que le bese la mano...

-Nada de eso. Ya tenés tu puesto en la Municipalidad

El COLORADO Farola no lo podía creer

Salió de vuelo del despacho del caudillo. Fue a revisión. Salió diez puntos. Le preguntaron si sabía manejar, dijo que sí sintiéndose ya chofer del intendente, chofer de ambulancia o algo parecido.

Le dijeron que lo iban a citar para tomar servicio. Pasaban los días, cada día era un siglo. De pronto la citación.

-¡Me llegó la citación! - Gritó para que todo el mundo se enterara de que el nuevo "funcionario" entraba en acción.

Se presentó en el corralón municipal. Le dieron un camión. Trabajó medio día y renunció. El caudillo que mucho se disgustó lo mando a llamar.

-Yo le agradezco el nombramiento doctor. Era lo que yo mas quería. Pero no nací para manejar la perrera. ¡Me muero de vergüenza, doctor! A mí me conocen los perros de todos los barrios, porque soy como ellos, callejero.

Me ladran amistosos y me mueven sus colas porque tengo pa' ellos las manos llenas de caricias. Me saltan, me ladran de alegría, me lamen.

Perdóneme dotor, aquí tiene mi renuncia, no nací pa' cachar perros.

 

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