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Con el vértigo
inapelable con que la sociedad va cerrándole el paso a la vida, así
los setenta fueron los años más ricos por un lado y más desgarradores, desde mi
nacimiento.
Me asomé al sueño utópico sin
embanderamiento alguno, porque lo cierto es que las propuestas extremas siempre
me parecieron un recurso sin salida. Estrené EL GUARDAGENTE en el Teatro de la
Sociedad Hebraica Argentina.
Estrené
JARDÍN DE OTOÑO con su primer nombre Marcelo,
el Mecánico con Claudio Levrino en el papel del galán y Rosa Rosen
e Irma Córdoba haciendo los personajes de Griselda y Rosalía. Me instalé en
un lenguaje propio, en un estilo que cabalga, desde siempre, entre el Humor y la
Poesía.
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Y cuando
vino el Golpe Militar tuve que dejar el país por razones que todavía hoy me
quedan sin dilucidar del todo.
El
exilio en España. Empezar de cero, sin señas particulares, en un país que al
principio me parecía hermoso para recorrer pero inhóspito para vivir. Sin
embargo ese exilio, como todo obstáculo serio en el camino, se transformó en
un desafío obligado. Decidí pelearle a Europa un lugar, un espacio propio. Y
lo gané.
Y así
comenzó mi carrera internacional. Publiqué mi novela: Para
que se cumplan todos tus deseos. Se estrenó en Italia GIARDINNO DE
AUTUNNO y MADRI AFFITAZZI. En Alemania participé, desde su fundación, de
Theater –und Mediengesellschaft Lateinamerika.
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Mi
escritura traducida, yo misma traducida, era, y es, una extraña gracia, una
visita a otro logos.
Firmé
contrato con una de las editoriales más importantes de Alemania, Fischer Verlag
para la publicación de mis obras teatrales. Conferencias, estrenos, giras,
presentaciones de libros.
Lo que
en la Argentina era dolor, muerte, desaparición, tenía en mí una
contrapartida inesperada, algo así como un destino otro. En el espejo de los
enigmas lo que es fatal puede ser, del otro lado, un viraje sin retorno. Nadie
nos salva de esos años de horror, nadie nos devuelve de ese sitio de demencial
represión. Los que se quedaron y los que nos fuimos estamos asomados a esa
condición dividida. Pero creo que el antídoto que me inventé para que la
dictadura no me robara esos años, fue mi revancha.
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Mi
carrera internacional, quizás, hubiera sido mucho más tardía si esos oscuros
sucesos no me hubieran obligado a salir, raudamente, con mis efectos personales
de mi país.
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